02/22/2009

La Lección del Anciano

La Lección del Anciano

Cierto día un joven muy preocupado visitó a un anciano que vivía solitario. "Leo muchos textos santos, -dijo el visitante-, quisiera recordarlos todos y guardar esas buenas palabras. Pero no lo consigo. Me olvido pronto de la mayoría de ellas. ¿Tiene sentido seguir leyendo?."
A manera de contestación el anciano le dijo: "Toma esta canasta de mimbre y ve a buscar agua de la fuente que está detrás de la choza." El joven se preguntó si el anciano había escuchado su pregunta. Con pocas ganas tomó la muy sucia canasta y fue a la fuente. Cuando regresó, el agua, por supuesto, se había escurrido. "Anda una vez más", -dijo el anciano, y el joven obedeció.

Luego tuvo que ir una tercera, cuarta y hasta novena vez. Este hombre está probando mi obediencia, pensó él, y seguramente después contestará mi pregunta. Cada vez que llenaba la canasta de agua, ésta se deslizaba de inmediato.
Finalmente, el anciano le dijo: "Ahora mira bien la canasta."
"Está limpia", -fue la respuesta.
"Lo mismo ocurre con las Palabras del Santo Libro. Cuando las lees y las meditas no puedes retenerlas todas; sólo pasan por tu mente y piensas que tu esfuerzo es en vano. Pero, sin que te des cuenta, forman y aclaran tus pensamientos. De esta manera tu ser interior también se limpia."

Esta historia debe alentar especialmente a nuestros ancianos que suelen quejarse de su mala memoria. ¿Queda de la Palabra de Dios adherida a nuestro espíritu sólo aquello de lo que estamos conscientes?.

"Así será Mi Palabra que sale de Mi Boca;
no volverá a Mí vacía, sino que hará lo
que Yo quiero, y será prosperada
en aquello para que la envié."
Isaías 55:11